viernes, 22 de octubre de 2010

caminar


Ayer al salir del trabajo, paré el carro en un recoveco del boulevard y me fui a caminar. Enfilé por la banqueta hacia arriba. Es bonito ese lugar.
Ya empieza a hacer frío. Después de los más de 45 grados del calor de agosto, pues el clima de este mes es muy agradable. Así que lo primero que sentí fue el viento fresco en mis brazos y cara.

Los zapatos de vestir, calzados en mis pies no me restaron libertad en los pasos.

Desde hace como dos años y medio voy a caminar en las noches. Llego a la casa, me pongo tenis y salgo hacia el sendero del bordo.
Lo hago con disciplina desde que enfermé. Antes no; sabía que lo necesitaba, había hecho el intento y me sentía bien, pero otras cosas, según yo más importantes (como dejar la cocina limpia, la comida de otro día, etc) me hacían desistir.

Decía entonces, que anoche no llegué hasta la casa.

Eché a andar; arriba las estrellas y un cielo despejado. A la izquierda el tráfico como un río inconciente. A la derecha las luces de la Ciudad muy atrayentes para mis ojos. Al frente solo ir y seguir. Y siempre, ese aire de vida llenando mi respiración.
No recorrí mucho, quizás como dos kilómetros. Y no es que todo me sea color rosa en esas caminatas. La pesadez en mis piernas y en mi cuerpo me hacen ser conciente de una lucha constante. Voy un poco "borrachita", inestable. Las banquetas y las guarniciones, al cruzarlas, se me agrandan a veces. Voy lento, como hace mucho, con cuidado. En ocasiones me percibo como un niño viejo aprendiendo nuevas formas.
Pero me hace mucho bien saber que puedo. Y esa sensación de ir abriendo caminos me gusta. Por ahora no la cambio.

4 comentarios:

Ariel A. Adera dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ariel A. Adera dijo...

hola, antes que nada pido disculpas por hacer un comentario off topic. Tengo deseos de contactarte para hacerte algunas preguntas sobre nueva medicina, adonde puedo escribirte?

gracias.

Maria Rosa dijo...

Hola Elmer, me puedes escribir a mrcamarillo@hotmail.com gracias

Le escribí alguna vez dijo...

Hola María Rosa

Hace tiempo le escribí comentándole que la seguía a usted en su primer blog desde que comenzó con él y que cada poco tiempo me paso por aquí para ver qué hay de nuevo.
Quería mencionarle algo en esta ocasión:
¿Se ha planteado usted la importancia que tiene el miedo en su enfermedad?
¿Ha pensado que tal vez por el simple hecho de dedicarle tantos pensamientos al día lo que está haciendo es reforzar su existencia?
Me explico:
Ya sea para pensar en una nueva solución, en un nuevo remedio, en los síntomas que ahora tiene, en lo que podrá hacer mañana,... con todo esto me parece que está complicado desalojar la enfermedad de su cuerpo pues con cada nuevo pensamiento le está diciendo a su propio cerebro: ¡aquí pasa algo que no es nada de bueno, hay que estar alerta porque el futuro que me espera puede que se complique!.
Recuerdo lo que decía un amigo: una persona sana es la que nunca piensa en su cuerpo. El enfermo sin embargo siempre le está dando vueltas a todo lo que sean síntomas, remedios, etc, y con eso lo que le informa al cerebro es que algo va mal.
Creo que el primer paso para la curación es dejarse llevar por los síntomas, aceptarlos, no reparar en ellos, y recobrar una vida ajena a esos síntomas, en la medida que esto sea posible. Al mismo tiempo hay que tomar total conciencia de que el miedo está fuera de lugar pues nuestro cuerpo está ayudándonos y no dañándonos, y más bien somos nosotros los que somos incapaces de entender lo que nos pide y necesita y por eso no vemos nunca el final de la enfermedad. En definitiva, hay que pensar menos en la enfermedad, eso se lo dejamos a nuestro cuerpo, y lo que nos toca es vivir lo mejor posible pensando en qué hacer para disfrutar.
Saludos